La vitamina C es uno de los nutrientes más importantes para mantener la salud. Por supuesto que todas las vitaminas y minerales (así como las proteínas, carbohidratos y grasas) son esenciales para la vida. Pero de entre todos ellos, la vitamina C es una de las grandes protagonistas, ya que participa en numerosos procesos fisiológicos determinantes para mantener la vida.
La Vitamina C se descubrió en 1973, cuando el escorbuto (enfermedad carencial de vitamina C) hacía verdaderos estragos entre los marineros de la época que hacían largos trayectos en barco privados de este elemento tan esencial.
La Vitamina C es esencial para que nuestro cuerpo pueda fabricar colágeno, una proteína presente en casi todos los tejidos (huesos, piel, dientes, cartílagos, músculos, tendones, etc). Es decir, de manera indirecta, la Vitamina C participa en la construcción de nuestro cuerpo y es un componente esencial para la cicatrización de las heridas y para que nuestros órganos cuenten con un buen “esqueleto” celular permitiendo tejidos consistentes, firmes y llenos de salud.
Con respecto al colágeno y la formación de tejidos, la Vitamina C:
– Contribuye a la cicatrización de las heridas
– Ayuda en la recuperación de fracturas
– Previene la artrosis y la artritis
– Mantiene la estructura de los tejidos
– Previene las arrugas
– Ayuda a mantener la piel firme y tersa.
La Vitamina C mantiene una estrecha relación con nuestras células inmunitarias. Nuestros pequeños soldaditos adoran a la Vitamina C ¿Por qué? Por un lado, la Vitamina C aumenta la producción de anticuerpos y, por otro, los protege frente a la oxidación (los mantiene sanos). De esta manera, la Vitamina C mejora la respuesta inmunológica del organismo frente a infecciones y ataques de agentes patógenos.
La Vitamina C es una de las vitaminas más antioxidantes. ¿Qué quiere decir esto? Pues que protege a nuestro cuerpo (nuestras células) frente a la acción de los radicales libres. Los radicales libres son moléculas a las que les falta un electrón en su órbita (no te asustes, la explicación es sencilla). Para poder disponer de este electrón, lo roban a otras moléculas convirtiéndolas así en nuevos radicales libres y causando de esta manera una reacción en cadena que “estropea” nuestro funcionamiento interno y nos hace envejecer.
Pues bien, la Vitamina C se sacrifica por nosotros donando esos electrones y protegiendo así a nuestras células de la destrucción.
La Vitamina C posee tres cualidades que la convierten en un factor importantísimo cuando hablamos de cáncer.
En primer lugar, y como ya hemos visto, la Vitamina C proporciona a los tejidos y células integridad estructural, es decir, proporciona unos “cimientos sólidos” a ese edificio personal que es nuestro cuerpo. En segundo lugar, lo protege frente a invasores externos y evita su oxidación y envejecimiento. Por último y como consecuencia de todo lo anterior, fortalece nuestro sistema inmunológico.
Estos tres factores hacen que la Vitamina C juegue un papel esencial a la hora de prevenir el cáncer y evitar la mutación de células cancerígenas. Por eso, cada vez más profesionales de la ciencia se han interesado en el potencial de la Vitamina C a la hora de tratar el cáncer y ya son numerosos los estudios científicos que respaldan tales teorías.
Linus pauling (Premio Nobel en Física) y la Dra. Kousmine son dos de los pioneros en el tratamiento del cáncer y otras enfermedades con grandes dosis de Vitamina C. Es más, Linus Pauling afirmaba que es una verdadera pena que, puesto que la Vitamina C es un elemento natural y no se puede patentar (ni generar grandes beneficios), las farmacéuticas (y con ellas el sistema sanitario) no se interesen más en hacer saber a la población los inmensos beneficios que produce en el organismo la Vitamina C.
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